viernes, 26 de marzo de 2010

El jardín zen.

Vivía sola y un día un amigo vino a tomar café, me trajo un regalo sin venir a cuento, son bonitos los regalos así, era un jardín zen en miniatura, de esos con arena y piedrecitas, me hizo prometer que lo cuidaría.
Pasaron días en los que yo dibujaba en la arena, colocaba las piedrecitas a mi antojo, me divertía. Una mañana me levanté y desayunando me di cuenta que había algo escrito en la arena del jardín, dos palabras -estoy aquí-.
Me asusté, yo no lo había escrito y nadie entró en mi casa, pensé y pensé, lo borré y no le di importancia, lo olvidé, hasta la mañana siguiente, cuando descubrí otras palabras -viviré contigo-. Directamente tiré el jardín zen a la basura.

La tercera mañana en mi salón había arena en el suelo, y unas palabras -vivirás conmigo aunque no quieras-.
Ha pasado ya un mes, con un mensaje diario en el suelo, el último dice –morirás mañana-

viernes, 5 de marzo de 2010

UN CUENTO DE 106 PALABRAS.

El sonido del tiempo.
Ese tic tac que escuchamos hace un rato, implacable, odioso, recordándonos lo imparable del tiempo y la caducidad de la vida. El único sonido que nos hace más viejos, el sonido de la historia del mundo pasando ante nosotros.
-¡Javier! ¿Dónde está el despertador?
-Lo he tirado al mar, nunca más quiero escuchar un reloj.
-¡Estás loco! –gritó Elena desde el camarote- Bueno da igual, ya compraré uno cuando atraquemos en el puerto.
-Nunca bajaremos a tierra –pensé distraído-. Navegaremos de un océano a otro, extraviados de las cuentas del tiempo. Ni siquiera miraré el cielo y las estrellas para evitar el giro de la tierra.